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«¡Ahora suena la alarma anti misiles! ¿La oyes, la oyes?»

«¡Ahora mismo está sonando la alarma! ¿La oyes, la oyes?». La calma con la que Pablo nos estaba contando el relato de lo que ha vivido estos días en Israel se interrumpe de repente, justo por el sonido que lleva perturbando sus vidas desde la mañana del sábado. De repente, ese estridente sonido – que, en efecto, oímos-, es sustituido por un ruido hueco y profundo, que apenas nos deja seguir con la llamada telefónica «¿Has oído el petardazo?», pregunta Pablo con tono de sorpresa. «Se han apagado las sirenas y de repente ese estruendo» sigue relatando, en lo que parece una operación exitosa de la Cúpula de Hierro, el sistema antimisiles del ejército israelí.

Pablo Navarro Úbeda es valenciano, tiene 21 años y está en Tel Aviv para realizar el último año de sus estudios de Ingeniería en la Reichman University en Herzliya, al norte de Tel Aviv. Llegó hace unos días, con otro compañero y habían dedicado este tiempo a situarse en la ciudad, «arreglar los últimos papeles en la universidad y conocer un poco el país». El domingo querían pasar el día en Jerusalén, pero la mañana del sábado se truncaron todos sus planes. Ahora, mientras hablamos con él, va en un taxi camino del aeropuerto, con la intención de tomar un vuelo para Madrid que les ha gestionado su escuela universitaria.

«Todo empezó un sábado 7 de octubre a las 6:30 de la mañana, cuando nos despertamos con la sinfonía de la alarma antimisiles», había comenzado Pablo a contar con cierta sorna, antes de que esa ‘sinfonía’ volviera a interrumpirnos en plena llamada. «Todavía somnolientos y un poco desubicados nos dirigimos hasta el búnker, que está en los bajos del edificio», continúa su relato.

Lo tenían localizado. Esa había sido una de sus primeras ‘misiones’ en estos días en Israel. «Había leído que esto podía pasar, y que todos los edificios en esta zona tienen un refugio para estos casos, así que un día lo buscamos y sabíamos donde acudir. Lo que no esperábamos es que fuera tan pronto y tantas veces», añade Pablo.

Hasta ese momento habían vivido con total normalidad. «Esa misma noche habíamos salido a cenar con unos amigos alemanes y a la vuelta a casa nos encontramos con unos judíos que estaban celebrando el Yom Kipur [el Día de la Expiación, una de las fiestas más significativas del calendario judío] y nos invitaron a unirnos. Estuvimos bailando y cantado con ellos hasta tarde», recuerda Pablo. «Al día siguiente me acordaba de aquellos judíos, poco podían imaginar ellos que en una horas todo iba a cambiar tanto», añade.

Unas horas después les despertaban las alamas y hacían su primera excursión al búnker. «Esa vez apenas llegamos a entrar en el refugio, las alarmas dejaron de sonar al poco de llegar y los vecinos que nos encontramos allí nos dijeron que podíamos volver a casa», explica el estudiante valenciano, que admite que aún se acostó y logró «dormir una horita más». «La verdad es que la situación la tenía asumida, entendía que en este tiempo que iba a vivir aquí tenía que pasarnos», añade con calma.

Imagen secundaria 1 - Arriba, el aeropuerto Ben-Gurión momentos antes de la salida del vuelo que ha traído a España a los estudiantes. Por debajo, en el taxi, con todos los coches parados en el acceso al aeropuerto, tras sonar las sirenas. A la derecha, Pablo, ya el aeropuerto, preparado para coger el vuelo.
Imagen secundaria 2 - Arriba, el aeropuerto Ben-Gurión momentos antes de la salida del vuelo que ha traído a España a los estudiantes. Por debajo, en el taxi, con todos los coches parados en el acceso al aeropuerto, tras sonar las sirenas. A la derecha, Pablo, ya el aeropuerto, preparado para coger el vuelo.
La salida en imágenes
Arriba, el aeropuerto Ben-Gurión momentos antes de la salida del vuelo que ha traído a España a los estudiantes. Por debajo, en el taxi, con todos los coches parados en el acceso al aeropuerto, tras sonar las sirenas. A la derecha, Pablo, ya el aeropuerto, preparado para coger el vuelo.
Pablo Navarro

Sin embargo la tensión llegó luego. Nuevas alarmas, con sus correspondientes visitas al refugio, las llamadas de preocupación de los familiares desde España y el seguimiento de la información a través de las redes sociales les hicieron darse cuenta de la magnitud del ataque. Después de una de aquellas alertas fueron a casa de unas vecinas israelíes del edificio. «Era una mujer más mayor, que vivía junto a su hija y los dos niños de ésta», nos explica.

«Nos sorprendió la distinta forma en que se lo tomaron. La más mayor, nos contó que había vivido la guerra del Yom Kipur y que esto era más o menos normal. Estaba muy tranquila y nos explicó que en unos días todo volvería a la normalidad», recuerda Pablo, para añadir que «su hija, la más joven, estaba más inquieta, preocupada por sus niños y porque no recordaba una acción similar».

«Welcome to Israel!»

«La verdad es que aquella conversación nos tranquilizó bastante, nos dieron de comer algunos dulces típicos e incluso nos regalaron algo de comida para cuando volvimos al piso», añade. Sin embargo, la aventura no había hecho más que comenzar. Durante el sábado las alertas fueron constantes. «La de la noche, a eso de las ocho y media o nueve, fue la que más duró, estuvimos mucho rato en el refugio», recuerda. «Allí metidos nos presentamos a unos vecinos y cuando les dijimos que éramos de España nos contestaron con un ‘welcome to Israel! entre risas. Lo cierto es que se lo toman con mucho humor», recuerda Pablo.

Tras el caos, el momento de tomar decisiones. ¿Seguir en Israel y continuar el curso o volver a España? «Después de muchos intentos conseguimos hablar con la embajada española. Esto no es como en las películas cuando la embajada estadounidense te manda un avión para salvarte», nos explica con cierta ironía. «Nos dieron las mismas recomendaciones que las autoridades israelíes, que no deambuláramos, que sólo saliéramos de casa para lo imprescindible y que a la mínima alarma bajáramos al refugio». También les disuadieron de acudir al aeropuerto para buscar un vuelo a la desesperada. «Nos contaron que se estaban cancelando muchos vuelos, que era un caos y que era más seguro quedarse en casa que empezar a moverse por el país». Así lo hicieron.

«Otros estudiantes europeos que conocemos, la mayoría italianos y alemanes, se marcharon en las primeras horas. Muchos se fueron vía Turquía, porque no encontraron vuelos directos a su país», nos narra. «Dos chicas de Valencia, que no encontraron vuelo para salir, decidieron ir hasta el norte de Israel, donde parece que tenían unos conocidos», explica Pablo. De esta forma intentaban escarpar del radio de acción de los ataques de Hamás. Hay que recordar que la franja de Gaza se encuentra al sur de Israel y Tel Aviv en el centro, en la zona donde se han concentrado la mayoría de los impactos. «Huyeron de los misiles de Hamas, pero nos han contado que esta noche han escuchado los disparos de Hezbolá desde el Líbano», añade.

Aunque la universidad local les ha comunicado que, de momento suspende las clases, la idea de Pablo era quedarse hasta que se normalizara la situación. El resto de sus compañeros tenía claro que querían salir del país. «No depende de nosotros, desde EDEM nos han dicho que van a tomar una decisión institucional y que estamos preparados por si hay que volar rápidamente hasta Madrid». Pablo y sus compañeros son alumnos de EDEM, la escuela de negocios valenciana que preside Hortensia Roig, hija de Juan Roig, el máximo accionista de Mercadona, empresa en la que ella también es consejera.

Finalmente la decisión de la universidad española ha sido sacarles del país. En la mañana de este lunes les han comunicado que el convenio con la universidad israelí quedaba en suspenso y que habían localizado un vuelo para Madrid en unas horas, por lo que han tomado un taxi hasta el aeropuerto.

Ese ha sido el momento en que hacíamos esta llamada, interrumpida por las sirenas de alarma y el nuevo ataque abortado. «Estamos a pocos metros de la entrada de Ben-Gurión (el aeropuerto de Tel Aviv), ya veo la torre de control al fondo, pero todos los coches se han parado al escuchar la sirena. Espero que podemos llegar en breve», relataba Pablo en los últimos momentos de la llamada.

Y así ha sido. Un rato después nos mandaba algunas fotos del aeropuerto y del caos frente a los mostradores de las compañías aéreas y en las zonas de embarque. Ante los imprevisibles ataques al aeropuerto, la mayoría de las compañías han cancelado todos sus vuelos o los han reducido al mínimo, lo que todavía acrecienta más el desorden, la ‘fauda’ (caos), el termino en árabe que utilizan las fuerzas secretas israelíes para avisar a los infiltrados que han sido descubiertos.

Esta vez la historia acaba bien. Para tranquilidad de lector, Pablo nos cuenta que han conseguido llegar al vuelo y que están próximos al despegue. En unas horas estarán en Madrid y su aventura israelí habrá acabado de esta forma tan abrupta. A buen seguro que recordarán durante tiempo esos días y, sobre todo, aquel momento en que despertaron con «la sinfonía de la alarma antimisiles».

By Luis Morales

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