La guerra de rehenes es una realidad angustiosa. El número exacto de secuestrados se desconoce, pero las amenazas de Hamás mantienen en vilo a los familiares. Es una historia que se repite una y otra vez y que ya forma parte de la memoria colectiva del país. En su historial, Israel tiene la devolución de 7.000 prisioneros palestinos a cambio de 19 israelíes vivos, y de ocho cadáveres.
De hecho, uno de los casos más polémicos fue el de 2011. Cuando a través de la mediación de Egipto, Israel aceptó excarcelar 1.028 prisioneros palestinos a cambio de la liberación de uno de sus soldados. Su nombre era Guilad Shalit y llevaba cinco años retenido en la franja de Gaza. Convirtiéndose en el primer soldado israelí que regresaba con vida en 26 años. En un primer momento, si solo valoramos los números, resulta una aritmética que puede calificarse como poco de de llamativa y con importantes concesiones.
Pero mirada más de cerca supone comprender, algo de mayor trasfondo que todo israelí da por sentado. Y es que el rescate de los cautivos está en el corazón de la identidad del país. Hay un pacto no escrito entre el pueblo y el Estado que hace de este objetivo una necesidad suprema.
Keren Shelf, la madre de la ciudadana israelí-francesa Mia Shem, que se encuentra retenida por Hamás.
Es muy común escuchar que todo israelí tiene un conocido o un familiar que ha pasado por esa experiencia. Es un país pequeño donde esta cuestión termina siendo algo personal. En ese caso salvaguardar la integridad de cada ciudadano es un requisito indiscutible. Por eso pervive la idea que explica en un ensayo Etienne Dignat, experto en rehenes del Centro de Investigaciones Internacionales (CERI): Cualquiera que sea el precio de la devolución, los rehenes deben regresar ‘a casa’, vivos o muertos.
Pero para entenderlo todo, basta con pensar lo que señala Dignat, y es que en un país donde está implantado el reclutamiento obligatorio, cada familia de un joven ciudadano judío que realiza el servicio militar tiene asegurado el apoyo indefectible de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Estas garantizan el retorno en caso de captura. Los soldados son algo así como «las hijas e hijos de todos».
Un claro ejemplo de ello pasó en 2004, Israel excarceló a casi 450 presos para conseguir la liberación de un civil, Elhanan Tannenbaum retenido tres años, y los cadáveres de tres soldados muertos en combate en poder de Hizbolá. Pero eso se ha traducido en una amenaza boomerang, donde secuestrar israelíes resulta ‘muy beneficioso’.
Por eso algunos han intentado cambiar de estrategia con unas nuevas líneas rojas extraoficiales. Ya que como apuntaba Raphaël Morav, embajador israelí en Francia, la amenaza futura es que esos presos palestinos no regresen a Gaza para fundar una familia y vivir tranquilamente, sino para volver a la espiral del terrorismo.
En suma, la toma de rehenes es uno de los desafíos permanentes del Estado de Israel. Ese temor «está en nuestro ADN», señalaba a ‘Le Monde’ Gideon Raff, creador de la serie israelí ‘Secuestrados’ en el que se basó la serie ‘Homeland’. De esta manera, en su historia han pasado por una lista de exigencias de Septiembre Negro, el Frente Popular para la Liberación de Palestina (OLP) o Hamás. Eso ha supuesto desplegar numerosas operaciones de rescate, incluso en algunas ha estado involucrado el propio primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, cuando aún era un joven soldado de una unidad secreta de élite del FDI, llamada Sayeret Matkal o unidad 269.
Sayeret Matkal o unidad 269
En el centro de la dilatada experiencia de Israel en rescates y secuestros está, desde 1957, Sayeret Matkal. A la que según los expertos citados por ‘The Telegram’ se recurrirá también en este momento y contará con la asistencia de la inteligencia estadounidense. Esta unidad se formó a partir de una división de las brigadas paracaidistas y de la inteligencia. En su organización replicó al Servicio Aéreo Especial Británico y a su lema es: «Quien se atreve gana». Sus miembros son entrenados por rastreadores beduinos que les enseñan a pensar como árabes, para entender al enemigo.
Sayeret Matkal ha intervenido en Egipto, Siria o Líbano. Al tiempo que realizaba rescates de rehenes, también fue responsable de la muerte de Abu Jihad, fundador de Fatah, el Movimiento Nacional de Liberación de Palestina. Pero se haría famosa por su operación de rescate en Entebbe, donde consiguieron liberar a los rehenes de un avión secuestrado en un aeropuerto de Uganda.
Operaciones de rescate
Conocida como ‘Operación Entebbe’ u ‘Operación Trueno’, se llevó a cabo el 4 julio de 1976. Una semana antes, un vuelo de Tel Aviv a París sería secuestrado por la organización alemana las ‘Células Revolucionarias’ y el Frente Popular de Liberación de Palestina. Desviaron un avión con 248 pasajeros a la ciudad ugandesa. La petición era canjearlos por cinco millones de dólares y 53 palestinos encarcelados. Israel se negó y preparó una gran operación de rescate. La misión se produjo durante la noche y en menos de una hora rescataron con vida a los rehenes.

Liberación de los rehenes en la operación Entebbe
El general Dan Shomron, que tomó parte en la operativa ha contado en diversas ocasiones que había más de 100 personas sentadas en una pequeña habitación, rodeadas de terroristas con el dedo en el gatillo. Podrían disparar en una fracción de segundo. Pero el hecho de que nadie esperase que los israelíes fueran a asumir el riesgo de esa operación fue la razón de su éxito. Y el comandante que estuvo al frente de tal éxito fue Yonatan Netanyahu, el hermano mayor de Benjamin Netanyahu.
Es más, el líder israelí participaría en una operación con rehenes cuatro años antes, en el que recibiría un balazo en el hombro. El 8 de mayo de 1972, el vuelo Sabena 571 que salía de Viena a Tel Aviv, fue secuestrado por miembros de Septiembre Negro. Pedían la liberación de 315 presos palestinos. Israel desplegó la ‘Operación Isótopo’, en el que un equipo de 16 militares, entre los que estaba Netanyahu, se hizo pasar por mecánicos y consiguió subir al avión. En diez minutos liberaron a todos los rehenes con vida.
Pero también hay grandes fracasos, desde el intento fallido de recuperar a los 11 deportistas secuestrados por Septiembre Negro en los Juegos Olímpicos de Munich 72′, hasta la ‘Masacre de Ma’alot’. El 15 de mayo de 1974, tres miembros armados de la OLP entraron en una escuela y tomaron como rehenes a 115 personas, de los cuales 105 eran niños. El episodio se saldó con 22 alumnos y tres profesores muertos.
E igual de numerosos son los ejemplos de secuestros de soldados como el de Ron Arad, teniente de las fuerzas aéreas israelíes que fue capturado por la milicia libanesa Amal. Se llegaron a hacer numerosas búsquedas sin ningún éxito. Sus familiares instaron al gobierno a que dejara de hacer concesiones a cambio de recuperar su cuerpo o el de otros muertos.
Este es un tema peliagudo. El Estado hebreo ha intentado cambiar su doctrina. A principios de la década de 2010, creó la llamada comisión ‘Shamgar’, para establecer límites en los rescates. Y se llegó a hablar del ‘procedimiento Aníbal’ con los soldados. Una directiva, según el experto Dignat, hecha pública en 2003 por una investigación periodística. En caso de secuestro puede o bien dar lugar a un intento de salvar al rehén creando el caos, aunque ello implique un mayor riesgo para la vida del soldado. O bien «se sacrificaría al soldado« para no ser usado como moneda de cambio.
«No tengo tiempo para llorar el asesinato de mi madre, porque tengo que salvar la vida de mis hijos’
En cuanto al caso reciente, Dignat señala que es un ‘secuestro histórico’, solo hay precedentes en Colombia, donde las FARC practicaron una política de secuestros casi sistemática durante varias décadas; o en Nigeria, con secuestros masivos, como el ocurrido en 2014, con 276 niñas.
Vincent Lemire, profesor de la Universidad Gustave-Eiffel de París y ex director del Centro de Investigación Francés en Jerusalén, explica que mientras en Francia o Estados Unidos, es un mandato soberano recuperar a los rehenes. «Pero cuando esto no es posible, no se pone en duda al propio Estado. En Israel, sí lo hace«. La advertencia de fondo es que todo aquél gabinete que no lo considere un tema prioritario paga un precio.
De hecho esta idea de sacrificarlo todo para recuperar a los capturados es más antigua que el Estado de Israel. En la Amidá, la oración central que los judíos pueden recitar tres veces al día, se habla de la liberación de los cautivos. Y el rabino Joseph Caro, escribió hace ocho siglos que quien retrasa el rescate del prisionero es lo mismo que un asesino.
Por eso no faltan los que culpan a Netanyahu. The ‘Times of Israel’ se hacía eco de las protestas contra el líder israelí. Entre las pancartas se podían leer consignas como: «Hemos sido abandonados» o «No hay confianza, renuncia». Y había historias como la de Mónica Levy, de 62 años que sobrevivió a un atentado con bomba en un autobús en Tel Aviv en 1994, pero perdió a la hija de su prima en el ataque de Hamás en el festival de música de Re’im.
El columnista Thomas Friedman del periódico The New York Times le reprocha a Netahyahu que esté más interesado en seguir una agenda personal que por mirar por el bien de la comunidad.
Y David Meidan, un veterano del Mossad apunta al periódico israelí Haaritz que Hamás está interesado en un acuerdo rápido para liberar a niños, mujeres y ancianos cautivos. «Si esperamos hasta después de la guerra, muchos de los rehenes ya no estarán vivos», advierte.
Mientras, los familiares de los secuestrados como Hadas Calderon declaran ante toda la prensa: «No tengo tiempo para llorar el asesinato de mi madre, porque tengo que salvar la vida de mis hijos’. Y le echan en cara a Netanyahu el que fuera el lema numerosamente repetido por el líder israelí: «Estoy aquí para que vosotros estéis seguros».